*Un paseo por el pueblo de raíces náhuatls nos lleva a nuestra vida con los abuelos, con frijoles hechos a leña, tortillas a mano y la estampa de mujeres lavando en los márgenes del río
Nadia Carrión
Tatahuicapan, Ver.- Los cerros de San Martín y Santa Martha forman parte de paisajes que se vislumbran desde Tatahuicapan, donde “el abuelo viene del río”.
En un antiguo bastión náhuatl, un colorido arco con el Dios jaguar, tucanes, changos, armadillos y serpientes, da la bienvenida a un lugar rodeado por verde vegetación y arraigadas tradiciones indígenas.
Su nombre del náhuatl tata, abuelo; huic, viene y apan, arroyo, nos describen “el abuelo viene del río” y desde el suroeste de la región selvática de Los Tuxtlas, la calidez de los habitantes hace sentir en casa: frijoles hechos a leña y las tortillas a mano
Por sus calles, es común escuchar a los habitantes hablar náhuatl y popoluca, e incluso hay quienes intercalan las dos lenguas y enseñan a las nuevas generaciones. Todos se conocen entre sí y se saludan de un extremo a otro.
En los alrededores del pueblo, los vecinos venados, jabalíes, mapaches, osos hormigueros, tlacuaches, armadillos, conejos, tucanes, faisanes, golondrinas, búhos y lechuzas.
Su principal medio de transporte son las motocicletas, para la mayoría de los habitantes su principal fuente de ingresos se debe al campo, producen y venden diversos productos.
Las mujeres lavando sus prendas sobre una piedra en el río Huazuntlán, son una postal del Veracruz antiguo; y las docenas de motocicletas es el presente de la comunidad.
Son fieles devotas de San Miguel Arcángel y San Isidro Labrador, a quien se le pide lluvias para favorecer las cosechas, las actividades religiosas se convierten en grandes festividades que reúnen a todo el pueblo de Tatahuicapan y aledaños.
Un municipio de reciente creación, pero con un pasado de riqueza indígena que se mantiene vivo.